20 de marzo de 2017

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LA CRUZADA POR DIGNIFICAR EL ESTILO MUSICAL: "LA CHICHA"

El productor Jalo Nuñez del Prado lucha desde hace año y medio por que se reconozca la importancia musical de este estilo tropical andino
Jalo Nuñez del Prado con varias fotos de los años 80.
Pasó con el flamenco en España. Con la música de Buena Vista Social Club en Cuba. Sin ir más lejos, con el jazz en Estados Unidos. Géneros musicales de extracción popular y sangre caliente, denostados en un principio por las clases pudientes y a los que los dioses de la música acabaron reconociendo su lugar en la historia. Si el flamenco tuvo a su cicerone en Mario Pacheco en los años 80, Jalo Nuñez del Prado (Lima, 1986) pretende hacer lo propio con la chicha peruana: luchar por que este género salga a la luz. Por que se reconozca su importancia.

Nuñez del Prado lleva año y medio enfrascado en la cruzada de difundir, pero, sobre todo, devolver la dignidad a este género. El productor y fundador de la feria de sellos independientes de Lima ha recorrido Perú recuperando e inventariando el sonido de la chicha, para que “se reconozca la importancia de esta música en la identidad nacional peruana”, explica. “En Perú, la chicha se asocia con la marginalidad, la delincuencia, la violencia… es algo que ha ido pasando con el tiempo. Un rechazo clasista que impide ver el valor potencial de la propia música, que es altísimo”, defiende.
Chacalón y Chapulin, historia de la chicha.
La de la chicha era en los años 80 una industria musical capaz de vender 200.000 copias de un plumazo. También, de generar auténticos ídolos como Ídolos como Los Shapis, Grupo Alegría, Pintura Roja o Lorenzo Palacios Quispe, el mítico Chacalón, “que hoy tiene un parque a su nombre y cuya tumba se convierte, los días de su nacimiento, en un lugar de peregrinación masiva”, recuerda. Un lugar donde cientos de devotos piden sus deseos entre canciones, cervezas y bailes.

En los 80 se produjo una migración masiva desde los Andes a Lima. Los migrantes, sin embargo, nunca llegaron a integrarse, y fue desde sus núcleos en la periferia (ese cinturón de fuego al que se refería el escritor José María Arguedas) que comenzó a nacer esta música. “Una música que hablaba de las costumbres, con un afán integrador, y con una gran pureza”, explica Nuñez del Prado. Letras que hablan de inflación y del terrorismo de los 80; de huérfanos, de limpiabotas, de camioneros. De ahí surgieron músicos como Chacalón.

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